sábado, 2 de julio de 2011

LA MUERTE DE KOLDO

Koldo apareció flotando esa mañana en la tortuguera. Lo dejamos fuera del agua por si revivía, como aquella ocasión en la que durante tres días ni abrió los párpados. Pero no. Koldo feneció probablemente la noche anterior. Fue el final de cuatro años con nosotros. Las exequias fueron sencillas, pero relacionadas con el afecto que le teníamos. Entre los dos pequeños y yo improvisamos algo. La música para el momento, el Largo del tercer movimiento de la Cuarta Sinfonía de Shostakovich (creo que las únicas del compositor que no había escuchado Koldo en el reproductor de la cocina eran la nº 2 y la nº 11) Pronuncié unas palabras sobre las aguas de las que ahora mismo estaría disfrutando la tortuga (no fui comedido, la verdad, hubo referencias a un valhalla galapagariano, a cierta mística reptiliana...), que rápidamente rectificó Amaia. Qué aguas si la tortuga estaba muerta...
Amaia dibujó como regalo varios corazones asaeteados y  pequeños jarrones con margaritas. El texto era el siguiente: Te qeremos Koldo, Te qeremos Koldo.
Ignacio, más afectado por la pérdida, no estaba para bocetos. Directamente escribió las siguientes palabras: Koldo as sido mui baliente Kolda i as sido un uena tortuga Koldo mi mejor amigo.
Lo envolvimos entre dos partituras para piano y lo despedimos.
Fue una ceremonia muy íntima.
Nos queda otra tortuga. No podemos saber si echa de menos a Koldo.
Nosotros sí.

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