martes, 26 de julio de 2011

EN MEMORIA DE TANTO DOLOR

"En memoria de tanto dolor" es el rótulo final de un documental estremecedor que dirigió en los 70 el grandísimo cineasta Basilio Martín Patino, al que tuvimos el placer de conocer personalmente hace un par de años gracias al Festival Internacional de Cine Documental "Punto de vista" de Pamplona. El documental al que nos referimos es "Queridísimos verdugos", un espeluznante recorrido biográfico por la vida de tres verdugos del tardofranquismo que se erige como una reflexión descarnada sobre la pena de muerte (hay fotogramas que agreden con una enorme fuerza, más si cabe en estos tiempos de amnesia generalizada...) Las víctimas de la dictadura merecen que se reivindique su dignidad y respeto, ¿cuando? Esta película, censurada sin piedad en la transición -y más allá-, me ha sugerido un recuerdo de otra víctima de la barbarie racionalizada, de cómo se justifica que una sociedad, una ideología o el Estado pueda planear, gestionar y producir la muerte calculada de otro ser humano o de millones. Pavel Haas (1899 - 1944) fue el niño prodigio de Brno, el discípulo de Leos Janáceck, el ecléctico compositor checo que resumió en acordes su tiempo convulso y aciago, el autor de obras en el campo de concentración-escenario de Theresienstadt, el hombre deportado a Auschwitz el 16 de octubre de 1944...
Su Estudio para cuerdas (1943) fue compuesto durante su cautiverio. Sobran las palabras.

En memoria de tanto dolor...

jueves, 21 de julio de 2011

DE MOMENTO ME LO VOY LEYENDO

A la vez/sobre una parte esquiva/dejada atrás/ Sin tibieza, ni achaques/ni malos gestos/en las entrañas.

Asusta lo placentero/del recodo/sin vista ni vuelta/más lejos que de costumbre/siempre un poco más allá/siempre un poco más allá./

Hoy empieza./ Como un desembarco/distante y amoral/ A la vez/sobre una parte esquiva/dejada atrás.

Foto: Mikel Irure

sábado, 2 de julio de 2011

LA MUERTE DE KOLDO

Koldo apareció flotando esa mañana en la tortuguera. Lo dejamos fuera del agua por si revivía, como aquella ocasión en la que durante tres días ni abrió los párpados. Pero no. Koldo feneció probablemente la noche anterior. Fue el final de cuatro años con nosotros. Las exequias fueron sencillas, pero relacionadas con el afecto que le teníamos. Entre los dos pequeños y yo improvisamos algo. La música para el momento, el Largo del tercer movimiento de la Cuarta Sinfonía de Shostakovich (creo que las únicas del compositor que no había escuchado Koldo en el reproductor de la cocina eran la nº 2 y la nº 11) Pronuncié unas palabras sobre las aguas de las que ahora mismo estaría disfrutando la tortuga (no fui comedido, la verdad, hubo referencias a un valhalla galapagariano, a cierta mística reptiliana...), que rápidamente rectificó Amaia. Qué aguas si la tortuga estaba muerta...
Amaia dibujó como regalo varios corazones asaeteados y  pequeños jarrones con margaritas. El texto era el siguiente: Te qeremos Koldo, Te qeremos Koldo.
Ignacio, más afectado por la pérdida, no estaba para bocetos. Directamente escribió las siguientes palabras: Koldo as sido mui baliente Kolda i as sido un uena tortuga Koldo mi mejor amigo.
Lo envolvimos entre dos partituras para piano y lo despedimos.
Fue una ceremonia muy íntima.
Nos queda otra tortuga. No podemos saber si echa de menos a Koldo.
Nosotros sí.